Al amanecer, las puertas se cierran. El mármol de color claro ha guardado el calor embriagador del día. El exuberante jardín parece tranquilizarse y los árboles abren sus brazos. La noche del desierto se cuela bajo las arcadas y el jardín parece rodeado de alcobas. Alguien cruza en silencio la oscuridad. Se oye el sutil sonido de la tela cubriéndose como un manto sobre el discreto sonido de la pátina del cuero. La silueta, lenta y altiva, flota por el jardín silenciado. Tal vez sea Abramad... La pesada puerta se abre y se filtra un rayo de luz. Una sombra altiva cubre la piedra en la estela de la luz dorada. Desaparece. Levanta la vista hacia las siete ventanas del palacio abiertas como grandes ojos negros. En la silenciosa oscuridad, alguien permanece de pie frente al desierto.